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sábado, 11 de junio de 2011

Treinta y cuatro.



Quiero un argumento donde cada pequeño detalle sea grande, muy grande, inmensamente grande. Donde una mirada sea como mil cuchicheos al oído. Donde la magia esté en cada palabra, pero no una magia cualquiera, sólo quiero aquella que no te deja dormir, pues estando despierta, sueñas mejor. Y hablando de sueños, también tengo unos cuantos para la historia, pero como única condición pediré que, tarde o temprano, se hagan realidad. Además, creo haber encontrado los sonidos perfectos para los momentos perfectos, oír un buen chaparrón un domingo de verano en la madrugada, escuchar un reloj bien silencioso cuando, en ese momento único, el tiempo y el mundo parece que se detenien.

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